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Comprender la Psicología Infantil y Juvenil: Una Mirada a las Necesidades de los Niños y Adolescentes

Muchas veces asumimos que solo se debe tratar la salud mental cuando se padece de un trastorno, e incluso consideramos que la ausencia de un diagnóstico representa un sinónimo de salud. Sin embargo, la salud mental es un aspecto multifactorial en el que convergen diferentes elementos que inciden en el funcionamiento saludable de nuestra mente. […]

Muchas veces asumimos que solo se debe tratar la salud mental cuando se padece de un trastorno, e incluso consideramos que la ausencia de un diagnóstico representa un sinónimo de salud. Sin embargo, la salud mental es un aspecto multifactorial en el que convergen diferentes elementos que inciden en el funcionamiento saludable de nuestra mente.

Pero… ¿Qué es la salud mental?

La Organización Mundial de la Salud (OMS), define la salud mental como «un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad». Por lo tanto, este concepto se refiere al bienestar general de la mente y de la capacidad para gestionar nuestros pensamientos, emociones, sentimientos y comportamientos.

La ausencia del equilibrio mental se puede comprender en discapacidades psicosociales y trastornos mentales, así como alteraciones del comportamiento y del pensamiento. La salud mental se podría traducir también en términos de salud física, teniendo en cuenta que la estabilidad de nuestra mente condiciona el bienestar de nuestro cuerpo. 

¿Qué factores influyen en la salud mental?

Tener una mente saludable es un proceso que cada uno de nosotros experimenta de forma distinta. Sin embargo, existen factores biológicos y psicológicos que inciden en el desarrollo de afecciones mentales. Por este motivo, algunas personas pueden ser más propensas a experimentar problemas de salud mental.  

Asimismo, ciertos factores socioambientales también pueden ser determinantes en la estabilidad y salud de nuestra mente. La exposición a situaciones de riesgo tales como la pobreza, la violencia, la desigualdad económica y social, aumentan la probabilidad de presentar afecciones en la salud mental. 

¿Por qué es importante la salud mental infanto-juvenil? 

El desarrollo de habilidades sociales se establece desde las primeras interacciones entre el bebé y su cuidador y se potencia en la primera infancia durante el proceso de asimilación del mundo y el concepto de sí mismo. Este proceso está estrechamente relacionado al desarrollo de una buena salud mental, ya que una persona con buenas habilidades socioemocionales tiene la capacidad de enfrentarse con mayor facilidad a retos cotidianos y manejar las emociones de una forma sana y positiva.

Tratar nuestra salud mental desde una edad temprana, hace factible que logremos mantener relaciones socioafectivas e interpersonales más sanas, una mejor comprensión y regulación de nuestras emociones, así como una mayor capacidad de resolución de conflictos y frustraciones en la adultez. 

Además, la intervención temprana en la salud mental puede ayudar a prevenir conductas autolesivas y heterolesivas, reducir los riesgos de sufrir trastornos mentales, cómo la depresión y la ansiedad; así como favorecer al desarrollo del aprendizaje socioemocional.

En este sentido, proporcionar herramientas a la población infanto-juvenil que estimulen el autoconocimiento y la capacidad para expresar las necesidades, preocupaciones, pensamientos, emociones y sentimientos que experimentan son la clave para prevenir y tratar los problemas de salud mental que puedan desarrollar.

Esto debe estar acompañado del desarrollo de políticas de salud pública y privada que promuevan y proporcionen protección durante el desarrollo sociocognitivo de los niños y adolescentes. 

¿Cómo se puede tratar la salud mental infantojuvenil?

Los niños y adolescentes tienen formas de expresarse alternativas y/o complementarias al lenguaje verbal, a diferencia de los adultos, usan el lenguaje corporal y conductual para comunicar sus necesidades y emociones. Por esta razón, el juego, el movimiento, el dibujo, la escritura, la pintura, son medios por los cuales se pueden gestionar y trabajar las emociones.

El tratamiento debe ser multidisciplinar, y adaptarse a las características y necesidades de cada uno de los niños y adolescentes, priorizando la creación de hábitos estimulantes para su bienestar emocional. 

Es esencial que en este proceso terapéutico exista un trabajo conjunto entre el terapeuta, la familia y el colegio porque es necesario que el infante se desarrolle en espacios seguros que le permitan trabajar en sus miedos, frustraciones y emociones. 

Un ejemplo de este trabajo conjunto se puede evidenciar en el programa de aprendizaje socioemocional implementado principalmente en las escuelas de Estados Unidos y algunos países europeos, que tiene como objetivo el desarrollo de habilidades socioemocionales y cognitivas de este colectivo. 

¿Qué enfoques de terapia se pueden aplicar?

Cómo lo mencionamos anteriormente, la terapia infanto-juvenil se debe adaptar a las necesidades individuales. No obstante, es importante conocer los tipos de enfoques que se pueden aplicar a nivel terapéutico para tratar las afecciones de salud mental. 

La perspectiva cognitivo-conductual, supone una terapia guiada al aprendizaje de conductas y habilidades sociales que le permitan al niño y/o adolescente comunicarse asertivamente de forma verbal y no verbal, reduciendo la ansiedad y los pensamientos negativos.

Las terapias de tercera generación se establecen bajo el marco de la terapia conductual, pero con un enfoque empírico centrado en el uso de estrategias basadas en la experiencia y el análisis del contexto social; de esta forma el tratamiento es didáctico y cercano al paciente. 

La terapia sistémica busca modificar los patrones establecidos en las interacciones interpersonales, con la finalidad de tratar problemas individuales. En consecuencia, la estabilidad mental depende del desarrollo de vínculos socioafectivos sanos. 

El enfoque humanista por su parte considera que la salud mental del niño y/o adolescente, depende de sus habilidades individuales y de su autoconocimiento. Por lo cual, la terapia está guiada al fortalecimiento de la independencia y autonomía emocional, la seguridad individual y el desarrollo de sus propios límites.  

Todas estas terapias mencionadas anteriormente, se establecen bajo el marco de la psicoterapia, que tiene como objetivo principal tratar las afecciones de la salud mental, produciendo cambios en la forma de pensar, sentir, y de relacionarse o conducirse, brindando un soporte emocional y ayudando a resolver conflictos interpersonales mediante herramientas establecidas entre el terapeuta, la familia y el paciente. 

En conclusión, podemos establecer que los niños son seres polifacéticos, condicionados por diferentes factores y contextos sociales que limitan o permiten el buen desarrollo de su salud mental. Por esta razón, los tratamientos y terapias deben estar fundamentadas bajo un enfoque holístico e integrativo que estimule las cinco dimensiones que integran al ser humano, es decir, la dimensión biológica, física, emocional, intelectual y espiritual.

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